Publicado en 28.05.21
En algún momento durante nuestros estudios, nuestro trabajo o en nuestra vida privada, no hemos conseguido cumplir con algunos de los objetivos que nos habíamos marcado anteriormente. A lo mejor queríamos aprender un nuevo idioma, conseguir mejores notas académicas, emprender un negocio o, simplemente, levantarnos más temprano para ir al gimnasio. Es posible que hayamos comenzado con las mejores intenciones, incluso que hayamos seguido un sistema de definición de objetivos. Pero, a veces pasan unas semanas, y queda claro que no hemos avanzado mucho.
Es inevitable que algunas veces no alcancemos nuestros objetivos y, cuando esto pasa, tenemos cierta tendencia a culpar las circunstancias externas de nuestros propios fracasos. Por ejemplo, alguna tarea inesperada se interpuso en nuestro camino, nuestras prioridades cambiaron o nuestra misión dio un giro de 180º. Además, un objetivo mal contextualizado nos genera malestar y una fricción que casi garantiza que no llegaremos a la línea de meta.
Hay distintas mecánicas sobre cómo establecer objetivos y cumplirlos. De hecho, estas metodologías se pueden utilizar para muchos tipos de metas. No obstante, si hablamos del mundo de la gestión empresarial, es vital marcar unos objetivos adecuados y utilizar una buena metodología porque pueden hacer crecer nuestro negocio de forma exponencial e inspirarnos para trabajar al máximo cada día.
Hay muchos métodos diferentes para establecer objetivos de manera efectiva, y uno sobre el cual hay más estudios favorables es el denominado SMART, acrónimo construido a partir de las características que suelen tener los objetivos bien definidos.
Nuestro objetivo debe ser claro y específico, en caso contrario no podremos centrar todos nuestros esfuerzos ni sentirnos realmente con la motivación para conseguirlo.
Cuando redactemos nuestro objetivo, intentaremos responder a las cuatro preguntas siguientes:
Es importante tener objetivos que se puedan medir, de manera que podamos hacer un seguimiento de nuestro progreso y mantener la motivación. Evaluar el progreso nos ayuda a enfocarnos, cumplir con las fechas de entrega y sentir la emoción de acercarnos cada vez más a nuestro objetivo, o hacer lo necesario para corregir nuestras acciones si nos estamos alejando.
Un objetivo medible debería responder a preguntas como:
Nuestro objetivo también ha de ser realista y alcanzable para tener éxito. Dicho de otro modo, debería ser demandante y poner a prueba nuestras capacidades, y al mismo tiempo seguir siendo posible alcanzarlo. Cuando establecemos un objetivo alcanzable, es posible que identifiquemos oportunidades o recursos que antes pasamos por alto, que nos pueden ayudar a acercarnos a nuestro objetivo.
Un objetivo alcanzable normalmente responderá a preguntas como:
Este paso consiste en asegurarnos que el objetivo es importante para nosotros y que también se alinea con otros objetivos importantes. A veces, necesitamos ayuda para alcanzar nuestros objetivos, pero es importante mantener el máximo de control sobre estos.
Un objetivo relevante debería responder “sí” a una gran parte de las siguientes preguntas:
Cada objetivo necesita de una fecha específica en que prevemos conseguirlo, de manera que mantenemos un plazo para centrarnos y poder empezar a trabajar. Esta parte de los criterios SMART ayuda a evitar que las tareas diarias tengan prioridad sobre los objetivos a largo plazo, y nos ayuda a mantener este equilibrio.
Un objetivo fijado en el tiempo suele responder a estas preguntas:
Podemos usar la metodología SMART para definir objetivos y todavía tener dificultades para lograrlos, perder la motivación o desviarnos. Que nos pase esto tiene que ver a veces con el lenguaje que utilizamos para describir nuestro objetivo.
El lenguaje configura nuestras acciones. Las palabras que utilizamos para enmarcar nuestras intenciones nos pueden proporcionar una ventaja o hacer descarrilar nuestros esfuerzos. Uno de los ejemplos más habituales es centrarse demasiado en objetivos negativos.
Si bien muchas veces establecemos objetivos relacionados con algo que queremos dejar de hacer, estos objetivos negativos de hecho nos desmotivan. En realidad, la negatividad hace que las personas eviten los retos. Para mantener la motivación y lograr los objetivos SMART, es importante que utilicemos un lenguaje positivo.
Estos son algunos ejemplos concretos:
Por ejemplo, cambiar «al final de la semana, tendría que acabar y enviar el diseño final de la web a la persona que me supervisa» por “al final de la semana habré acabado y enviado el diseño final de la web a la persona que me supervisa”.
Nuestros objetivos pierden poder si no tienen una fecha de finalización, y se convierten en meros deseos. Por ejemplo, puedo cambiar «pronto enviaré los correos electrónicos al resto de personas del equipo con el estado del proyecto” por “enviaré los correos electrónicos al resto de personas del equipo con el estado del proyecto antes del miércoles a las 16 h».
Decir que “necesitamos” hacer algo connota nuestro objetivo de manera negativa, dado que expresar algo como una necesidad hace que perdamos capacidad de decisión sobre esta. En cambio, decir que «queremos» hacerlo es una manera mucho más positiva de mantenerse en control y con motivación. Por ejemplo, cambiar «necesito despertarme a las 6:30 h cada mañana para poder ir al gimnasio antes de trabajar» por «quiero despertarme a las 6:30 h cada mañana para poder ir al gimnasio antes de trabajar».
Pocas cosas nos dificultan tanto como hacer una tarea bajo presión. Cuando decimos que «nunca» volveremos a hacer algo, estamos poniendo una gran cantidad de presión sobre nosotros y tendremos más probabilidades de no cumplir el objetivo o de aplazarlo indefinidamente. En vez de esto, decidimos una acción que sustituya aquello que queremos dejar de hacer. Por ejemplo, cambiar «nunca llegaré tarde a las reuniones” por “añadiré un margen de 15 minutos antes de las reuniones para asegurarme que llego a tiempo».
Autor: Joan Margarit, analista en Marketing y Comunicación.
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